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S UD N O M B R E DF U É DM A T H I A SD S I N D E L A R
La prensa lo bautizó como "El Mozart del Fútbol". Toda su vida fue una sucesión de momentos angustiantes, en los que la decepción de ser marginado por las condiciones históricas de su época, solamente fue burlada por las alegrías que obtuvo llenándose la boca con el grito de gol. Fue precoz en todo, huérfano de padre (murió en el frente durante la primera guerra) tuvo que trabajar desde pequeño en distintos oficios en los que se desenvolvió siempre con gran destreza. Pero por sobre todas las cosas, su talento estaba signado para el fútbol; al igual que Pelé, o que Maradona, Sindelar pertenece a esa raza de hombres nacidos del barro a los que el destino dotó de luz propia, como si se tratase de estrellas.
 
E L DS U I C I D I O
El veintidós de Enero de 1939, los oficiales del cuerpo de bomberos de Viena que entraron a la casa, encontraron los cuerpos ya sin vida de Sindelar y de su esposa además de un fuerte olor a gas. El ídolo de la gente, se había quitado la vida por la pena que le causaba ver a su amada nación atrapada entre las garras de acero del Tercer Reich. Ante la anexión de Austria al imperio de Hitler, y las persecuciones sistemáticas a los que eran sometidos los de su religión, morir era mejor que seguir viviendo. No es difícil imaginarse que el país entero se conmocionó por su muerte, y aunque casi nadie se atrevió a reivindicarla públicamente (eso les hubiese costado la vida), todos lo hicieron en silencio. A la sede del club llegaron nada menos que quince mil telegramas de condolencias, y el que sí habló fue el presidente del FK Austria, Michael Schwars, cuyas palabras fueron categóricas "una parte de Austria ha muerto con él" dijo en un comunicado conmovedor anunciando la muerte del ídolo.

LA
DO P E R A C I Ó ND D ED M E N I S C O S

Sindelar había debutado en primera divisiÛn con tan solo diecisiete años de edad en las filas del Herta vienés donde jugó hasta 1924, fecha en que se incorporó a la poderosa escuadra del FK Amateure. Su primer año en el club no estuvo signado por una buena estrella, ya que sufrió una grave lesión de menisco que estuvo muy cerca de poner pronto fin a su carrera. Sus temores no eran infundados, todos los que padecían de esa lesión hasta el momento, le decían adiós al fútbol de manera irreprochable. Sin embargo ocurrió un "milagro" el día en que unos médicos vieneses le ofrecieron ser una especie de "conejillo de indias" en una operación inédita para la época. La intervención hecha en su menisco, la primera de esta clase en el mundo, resultó un éxito, y a los pocos meses, el genio estaba otra vez dentro de las canchas.

E L DW U N D E R T E A M
Sindelar debutó en la selección austríaca con un apabullante triunfo sobre Suiza por 7 a 1, donde convirtió su primer gol. Comenzaba así una serie de triunfos ininterrumpidos en los que empezaba a perfilarse la escuadra que luego fuera denominada el "Wunderteam", y el pobre niño judío llevaba la camiseta de su amado país cuando vencieron a Suecia 4-1 y 4-3, 8 a 1 a Suiza, 6-0 a Alemania en Berlín, y después 5-0 en Viena, el glorioso 4-3 en el mÌtico Wembley, 8 -2 y 5-2 a Hungría, 6-1 y 4-1 a Bélgica, 4-0 a Francia y 4-2 a Italia. Tremendos resultados situaban al "Wunderteam" de Hugo Meisl, como el gran favorito para el mundial de 1934, en la Italia de Mussolini, donde los vieneses fueron superados en semifinales (1-0) por el anfitrión. Luego, en un triste cortejo por el tercer puesto, ya sin su figura y capit·n, el "equipo maravilla" volvió a caer con Alemania. Hasta allí llegó la historia de la magia austríaca, ya que al año siguiente el "Anchluss" provocó la anexión de los jugadores de los países valses a la selección alemana. Matthias, ya en el ocaso de su carrera, no tuvo que pasar por este mal trago. Continuó jugando en el FK de Austria, y no volvió a ganar la liga, aunque conquistó dos veces la Copa Mitropa, que era la única de carácter internacional en el momento. El 26 de diciembre de 1936 jugó su último partido contra el Herta de BerlÌn en la capital del imperio nazi, y tres años después se quitaba la vida junto a su esposa intoxicándose con el gas de la cocina en su bonita casa vienesa.
     
     
 
     


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